Para la
                       
Divulgación

 

La Ciencia Recreativa de Joaquín Arriaga

 

 

Durante el siglo XIX, y ligado al restablecimiento de la República se intensificó, al parejo del proceso educativo, la tarea de divulgación de la ciencia, emprendida principalmente por ingenieros y científicos que tenían una inclinación a la escritura. Varios son los casos de ingenieros que ejercieron el trabajo de periodismo y que combinaban con el trabajo propio de su profesión. Fue común que egresados del antiguo Colegio de Minería realizaran esas funciones, Pedro Castera, Santiago Ramírez, Pedro López Monroy, José Maria del Campo que participara en la creación de El Porvenir en San Luis Potosí, y de manera especial José Joaquín Arriaga que se titulara como topógrafo y agrimensor en 1859.

 

Arriaga fundó varios periódicos, se distinguió como escritor de corte católico y fue redactor de La Voz de México, escribió para La naturaleza, pero su obra principal fue La Ciencia Recreativa. José Joaquín Arriaga nació Puebla en 1831, y pasaría su infancia en la sierra norte poblana, murió en la ciudad de México en 1896.

 

La divulgación de temas científicos, suele considerarse como una actividad reciente, debida entre otros aspectos a la necesidad de comunicar las rebuscadas ideas científicas en un lenguaje llano al ciudadano común, entre otros objetivos, para despertar vocaciones en los jóvenes estudiantes. Sin embargo, es una actividad que se ha realizado por siempre al parejo del propio desarrollo de la ciencia.

 

Un ejemplo, lo constituye la serie de cuadernos del ingeniero D. J. Joaquín Arriaga, socio fundador y de número de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, residente de la Sociedad Humboldt y honorario de la Sociedad de Geografía y Estadística. La serie llevaba el sugerente nombre de La Ciencia Recreativa y era una publicación dedicada a los niños y a las clases trabajadoras. El volumen 1 apareció en 1871, impreso en la Imprenta de Ancona y Peniche, calle de Alfaro núm. 13 en México. Ese volumen trató sobre agricultura e industria y estaba constituida de una serie de leyendas. Área en la que se formó Joaquín Arriaga.

 

Uno de esos volúmenes publicado en 1876, ahora con tipografía de J.M. Aguilar Ortiz, en la primera calle de Santo Domingo número 5, en México, trata sobre la Cosmografía, tomo que contiene las Leyendas: El cielo; El Sol y las estrellas primera parte; El Sol y las estrellas segunda parte; La favorita del Sol; Mercurio y Venus; De Marte a Neptuno, y finalmente, La luna y los cometas. El tomo va acompañado de una serie de grabados en ilustraciones intercalados en el tomo. Estas formidables publicaciones engalanaban e instruían las ávidas mentes de la población potosina del siglo XIX.

 

La serie de La Ciencia Recreativa apareció en cuatro épocas, la primera  partir del 13 de abril de 1871, de la primera época aparecieron 18 números, de la segunda época 24 números de la tercera aparecieron 22 números y de la cuarta época se publicaron 19 números. En el minero mexicano del 25 de noviembre de 1875 se publicaba en la página 12: La Ciencia Recreativa. Se ha anunciado la cuarta época de esta amena y popular publicación del Sr. D. José Joaquín Arriaga. Como puede verse, para este año la obra de Joaquín Arriaga, había cobrado importancia y era una obra apreciada, a través de sus páginas, el público en general y principalmente los niños pudieron ilustrarse a través de la narrativa de temas como: cosmografía, mineralogía, meteorología, física, física experimental, física del globo, botánica, zoología, geografía descriptiva, agricultura industrial e industrial práctico. Cada folleto llevaba una litografía de Iriarte con dibujo de J.M. Velasco o Litografías de V. Murguía e Hijos y dibujos de L. Garcés.

 

En aquellos años, comenzaron a aparecer algunas publicaciones destinadas a popularizar el conocimiento útil, como fue el caso de El Seminario Ilustrado, una enciclopedia de conocimientos útiles, que comprendía secciones especiales de ciencias, artes, historia viajes, costumbres, teatro, educación, literatura, comercio, modas, entre otros, y que como era común estaba adornado con hermosos grabados.

 

Las obras de Arriaga, a quien se le denominaba el Julio Verne mexicano, pues utilizaba la narrativa para presentar temas de ciencia, cumplieron con el objetivo primario planteado por Arriaga al presentar su proyecto literario en el Siglo XIX: "El artificio de la novela se ha apoderado ya de la historia para hacer agradable su estudio. Prueba de ello es la aceptación que han encontrado en las masas las numerosas ediciones que se hacen día a día de tantas novelas históricas de los célebres novelistas franceses, que con el recurso de su pura imaginación han cubierto de flores la áspera senda del estudio de la historia, gracias a ello, los principales episodios de la historia francesa son más conocidos en México que nuestra historia misma. La ciencia más ardua aún para los que no la aman por vocación, permanece desconocida entre nosotros y la mayoría de los mexicanos la ven con indiferencia, si no con el desprecio propio de la ignorancia, preciso es confesarlo.

La obra anunciada tiene por fin generalizar los conocimientos científicos, embelleciéndolos con el artificio de la novela y por consiguiente, la nueva publicación arrojará las primeras semillas de este interesante estudio, que será muy fecundo en resultados para la generación que nos reemplaza".

 

Arriaga veía la importancia de impulsar la educación popular y el apoyo a las clases trabajadoras, encauzando su obra a la educación de estos sectores para que a través del conocimiento pudieran desarrollarse, lo anterior lo ilustra la carta que enviara el 26 de noviembre de 1871 al señor José María Ariza y Huerta, con residencia en Orizaba, al enviarle el estudio que hizo sobre la industria del lino, diciéndole entre otras cosas:

 

" ... Y si algo en él, que lo haga interesante, es el deseo que me anima de presentar a las clases pobres, nuevas fuentes de trabajo que mejoren su tristísima y angustiosa situación...".

 

La obra de Arriaga es un excelente ejemplo de la divulgación de la ciencia a través de la narrativa que fue una vía usada por aquellos ingenieros con inclinación en la literatura y que descollaran en ambas áreas, como el caso del también ingeniero Pedro Castera.