Presentación

 

 

100 años del Cronopio Mayor

 

Julio Cortázar nació en Bruselas en 1914. Recibió su primera instrucción en Argentina, de donde eran sus padres y cuya nacionalidad adoptó. Realizó estudios de Letras y de formación para el magisterio, oficio, este último, que desempeñó durante algún tiempo en el medio rural. En 1951 fijó definitivamente su residencia en París, en donde desarrolló su brillante y prolífica carrera literaria, iniciada dos años antes con la publicación de su libro Los reyes. Murió en París el 12 de febrero de 1984.

El nombre de nuestra revista de divulgación El Cronopio, está basado en la literatura de Julio Cortázar; de su libro: Historias de cronopios y de famas; el nombre define a las personas que generan una gran cantidad de ideas y tienen entusiasmo para realizarlas. Personas de este tipo pueden llegar a ser los científicos del mañana, o al menos, aprenderán a valorar la ciencia en su justa dimensión, llenando el ambiente de una gran cultura y tradición científica propia de los pueblos que desean llegar a ser grandes pueblos.

En este número transcribimos algunas de las historias de Julio Cortázar de su colección Historias de cronopios y de famas.

En 1952 Julio Cortázar publicó en la revista Buenos Aires Literaria una crónica de un concierto parisino de Louis Armstrong titulada “Louis, enormísimo cronopio”. Con ello, un nuevo término daba nombre a una parte poco explorada del universo cotidiano. En su libro Historias de cronopios y de famas, descubrimos el singular humor cortaziano, en su punto más lejano de la comicidad ramplona y más cercano de la lucidez, que todo lo indaga, lo cuestiona y remueve. El libro está integrado por cuatro partes: manual de instrucciones; ocupaciones raras; material plástico e Historias de cronopios y de famas, misma que le da nombre al libro. De ésta cuarta parte es de donde seleccionamos algunas de las historias, como memoria y reconocimiento del buen escribir de Julio Cortázar, quien, el viernes de la semana pasada, cumplió 15 años de peregrinar en la otra vida. En esta singular obra descubrimos y comprendemos la costumbre de los famas de embalsamar cuidadosamente sus recuerdos y que, cuando los cronopios cantan sus canciones favoritas, se entusiasman tanto que, en su arrebato, se dejan atropellar por camiones y bicicletas. Algo casi inevitable, luego de leer el libro, es ir por la vida reconociendo a nuestro alrededor a quienes, sin saberlo, son esperanzas, famas o cronopios.

A principios de los setenta, estudiantes de la Escuela de Física de la UASLP, encabezados por Manuel Martínez Morales (actual director de Comunicación de la Ciencia de la Universidad Veracruzana y, que en este Boletín contribuye con su sección La Ciencia desde el Macuiltépetl), Raúl Brito (que fuera investigador del Instituto de Física Luis Rivera Terrazas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla), entre otros (la cofradía del falo vengador), iniciaron una publicación a manera de periódico, un tanto irreverente, que llevó el nombre de El Cronopio que se basaba en escritos científico-literarios; en 1993 iniciamos la segunda etapa de la publicación, ahora en la forma de revista con el enfoque de revista de divulgación, educación y cultura científica, pero con el mismo espíritu, propio de los cronopios.

Manuel Martínez nos dice sobre el primer Cronopio: El Cronopio original fue concebido en los prados de la antigua Escuela de Física -ya en la zona universitaria- entre Brito, el Pozoles, Mario Martínez -teatrero, hoy en el grupo Zopilote de CLETA-, David Salas y yo, entre otros. Queríamos hacer algo que sacudiera las adormecidas y conservadoras conciencias de los estudiantes potosinos de aquella época (alrededor de 1970-71). Como complemento teníamos un periódico mural cuyo primer número causó escándalo pues contenía en grandes letras el poema "Digo yo que no soy un hombre puro" de Nicolás Guillen. Las niñas fresas de química y odontología iban a leer a escondidas el dicho poema. Eso empezó a darnos la mala fama de falos vengadores. El tal poema fue publicado después en el Cronopio. Después de publicado el primer número del Cronopio me mandó llamar el Rector, Guillermo de los Santos, y me dijo: "¿tu eres el del periódico?" Si -le contesté..."no le des de patadas al pesebre" me dijo, nada mas. Sin embargo nunca sufrimos realmente represión alguna por el periódico que se volvió bastante popular.

Comenzamos las historias, todas de Julio Cortázar, transcritas descaradamente sin su permiso

 

LOS EXPLORADORES

Tres cronopios y un fama se asocian espeleológicamente para descubrir las fuentes subterráneas de un manantial.

Llegados a la boca de la caverna, un cronopio desciende sostenido por los otros, llevando a la espalda un paquete con sus sandwiches preferidos (de queso). Los dos cronopios-cabrestante lo dejan bajar poco a poco, y el fama escribe en un gran cuaderno los detalles de la expedición. Pronto llega un primer mensaje del cronopio: furioso porque se han equivocado y le han puesto sandwiches de jamón. Agita la cuerda y exige que lo suban. Los cronopios cabrestante se consultan afligidos, y el fama se yergue en toda su terrible estatura y dice: NO, con tal violencia que los cronopios sueltan la soga y acuden a calmarlo. Están en eso cuando llega otro mensaje, porque el cronopio ha caído justamente sobre las fuentes del manantial, y desde ahí comunica que todo va mal, entre injurias y lágrimas informa que los sandwiches son todos de jamón, que por más que mira y mira, entre los sandwiches de jamón no hay ni uno solo de queso.

 

EDUCACION DE PRINCIPE

Los cronopios no tienen casi nunca hijos, pero si los tienen pierden la cabeza y ocurren cosas extraordinarias.

Por ejemplo, un cronopio tiene un hijo, y en seguida lo invade la maravilla y está seguro de que su hijo es el pararrayos de la hermosura y que por sus venas corre química completa con aquí y allá islas llenas de bellas artes y poesía y urbanismo. Entonces este cronopio no puede ver a su hijo sin inclinarse profundamente ante él y decirle palabras de respetuoso homenaje.

El hijo, como es natural, lo odia minuciosamente. Cuando entra en la edad escolar, su padre lo inscribe en primero inferior y el niño está contento entre otros pequeños cronopios, famas y esperanzas. Pero se va desmejorando a medida que se acerca el mediodía, porque sabe que a la salida lo estará esperando su padre, quien al verlo levantará las manos y dirá diversas cosas, a saber:

-Buenas salenas cronopio cronopio, el más bueno y más crecido y más arrebolado, el más prolijo y más respetuoso y más aplicado de los hijos! Con lo cual los famas y las esperanzas júnior se retuercen de risa en el cordón de la vereda, y el pequeño cronopio odia empecinadamente a su padre y acabará siempre por hacerle una mala jugada entre la primera comunión y el servicio militar. Pero los cronopios no sufren demasiado con eso, porque también ellos odiaban a sus padre, y hasta parecería que ese odio es otro nombre de la libertad o del vasto mundo.

 

SUS HISTORIAS NATURALES

LEON Y CRONOPIO

Un cronopio que anda por el desierto se encuentra con un león, y tiene lugar el diálogo siguiente:

León. –Te como

Cronopio (afligidísimo pero con dignidad). – Y bueno.

León. –Ah, eso no. Nada de mártires

conmigo. Echate a llorar, o lucha, una de dos. Así no te puedo comer. Vamos, estoy esperando. ¿No dices nada?

El cronopio no dice nada, y el león está perplejo, hasta que le viene una idea.

León. –Menos mal que tengo una espina en la mano izquierda que me fastidia mucho. Sácamela y te perdonaré.

El cronopio le saca la espina y el león se va, gruñendo de mala gana:

–Gracias, Androcles.

 

 

CONDOR Y CRONOPIO

Un cóndor cae como un rayo sobre un cronopio que pasa por Tinogasta, lo acorrala contra una pared de granito, y dice con gran petulancia, a saber:

Cóndor. –Atrévete a afirmar que no soy hermoso.

Cronopio. –Usted es el pájaro más hermoso que he visto nunca.

Cóndor. –Más todavía.

Cronopio. –Usted es más hermoso que el ave del paraíso.

Cóndor. –Atrévete a decir que no vuelo alto.

Cronopio. –Usted vuela a alturas vertiginosas, y es por completo supersónico y estratosférico.

Cóndor. –Atrévete a decir que huelo mal.

Cronopio. –Usted huele mejor que un litro entero de colonia Jean-Marie Farina.

Cóndor. –Mierda de tipo. No deja ni un claro donde sacudirle un picotazo.

FLOR Y CRONOPIO

 

Un cronopio encuentra una flor solitaria en medio de los campos. Primero le va a arrancar, pero piensa que es una crueldad inútil y se pone de rodillas a su lado y juega alegremente con la flor, a saber: le acaricia los pétalos, la sopla para que baile, zumba como una abeja, huele su perfume, y finalmente se acuesta debajo de la flor y se duerme envuelto en una gran paz.

La flor piensa: <<Es como una flor>>

 

 

FAMA Y EUCALIPTO

 

Un fama anda por el bosque y aunque no necesita leña mira codiciosamente los árboles. Los árboles tienen un miedo terrible porque conocen las costumbres de los famas y temen lo peor. En medio de todos está un eucalipto hermoso, y el fama al verlo da un grito de alegría y baila tregua y baila catala en torno del perturbado eucalipto, diciendo así:

–Hojas antisépticas, invierno con salud, gran higiene.

Saca un hacha y golpea al eucalipto en el estómago, sin importársele nada. El eucalipto gime, herido de muerte, y los otros árboles oyen que dice entre suspiros:

–Pensar que este imbécil no tenía más que comprarse una pastillas Valda.

 

 

TORTUGAS Y CRONOPIOS

 

Ahora pasa que las tortugas son grandes admiradoras de la velocidad, como es natural. Las esperanzas lo saben, y no se preocupan. Los famas lo saben, y se burlan. Los cronopios lo saben, y cada vez que encuentran una tortuga, sacan la caja de tizas de colores y sobre la redonda pizarra de la tortuga dibujan una golondrina.

 

 

PEGUE LA ESTAMPILLA EN EL ANGULO SUPERIOR DERECHO DEL SOBRE

 

Un fama y un cronopio son muy amigos y van juntos al correo a despachar una cartas a sus esposas que viajan por Noruega gracias a la diligencia de Thos. Cook & Son. El fama pega sus estampillas con prolijidad, dándoles golpecitos para que se fijen bien, pero el cronopio lanza un grito terrible sobresaltando a los empleados, y con inmensa cólera declara que las imágenes de los sellos son repugnantes de mal gusto y que jamás podrán obligarlo a prostituir sus cartas de amor conyugal con semejantes tristezas. El fama se siente muy incómodo porque ya ha pegado sus estampillas, pero es muy amigo del cronopio, quisiera solidarizarse y aventura que en efecto la vista de la estampilla de veinte centavos es más bien vulgar y repetida, pero que la de un peso tiene un color borra de vino sentador. Nada de esto calma al cronopio, que agita su carta y apostrofa a los empleados que lo contemplan estupefactos. Acude el jefe de correos, y apenas veinte segundos más tarde el cronopio está en la calle, con la carta en la mano y una gran pesadumbre. El fama, que furtivamente ha puesto la suya en el buzón, acude a consolarlo y le dice:

–Por suerte nuestras esposas viajan juntas, y en mi carta anuncié que estabas bien, de modo que tu señora se enterará por la mía.

 

 

EL ALMUERZO

 

No sin trabajo un cronopio llegó a a establecer un termómetro de vidas. Algo entre termómetro y topómetro, entre fichero y curriculum vitae.

Por ejemplo, el cronopio en su casa recibía a un fama, una esperanza y un profesor de lenguas. Aplicando sus descubrimientos estableció que el fama era infra-vida, la esperanza para-vida, y el profesor de lenguas inter-vida. En cuanto al cronopio mismo, se consideraba ligeramente super-vida, pero más por poesía que por verdad.

A la hora del almuerzo este cronopio gozaba en oír hablar a sus contertulios, porque todos creían estar refiriéndose a las mismas cosas y no era así. La intervida manejaba abstracciones tales como espíritu y conciencia, que la para-vida escuchaba como quien oye llover –tarea delicada. Por supuesto, la infra-vida pedía a cada instante el queso rallado, y la super-vida trinchaba el pollo en cuarenta y dos movimientos, método Stanley Fitzsimmons. A los postres las vidas se saludaban y se iban a sus ocupaciones, y en la mesa quedaban solamente pedacitos sueltos de la muerte.

 

 

CONSERVACION DE LOS RECUERDOS

 

Los famas para conservar sus recuerdos proceden a embalsamarlos en la siguiente forma: Luego de fijado el recuerdo con pelos y señales, lo envuelven de pies a cabeza en una sábana negra y lo colocan parado contra la pared de la sala, con un cartelito que dice: <<Excursión a Quilmes>>, o : <<Frank Sinatra>>.

Los cronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio y cuando pasa corriendo uno, lo acarician con suavidad y le dicen: <<No vayas a lastimarte>>, y también: <<Cuidado con los escalones.>> Es por eso que las casas de los famas son ordenadas y silenciosas, mientras en las de los cronopios hay una gran bulla y puertas que golpean. Los vecinos se quejan siempre de los cronopios, y los famas mueven la cabeza comprensivamente y van a ver si las etiquetas están todas en su sitio.