LA LEY DE DILATACION DE LOS GASES
    
    
     Joseph Louis
    Gay-Lussac (1778 -1850)
    Químico y físico francés. Estudió la
    dilatación de los gases, sobre los que descubrió la ley que lleva su nombre. Con
    Thenard efectuó  importantes trabajos sobre el sodio, el potasio y sobre el
    cloro; ambos descubrieron posteriormente el boro. Descubrió también el cianógeno
    (1815)
    
    Seis experimentos realizados con el aire atmosférico
    en los que dejé de lado todo aquello que podría resultar inseguro, me dieron los
    siguientes resultados: el aire atmosférico, que a temperatura de la nieve en fusión
    tenía un volumen de 100 partes, elevado hasta la temperatura del agua en ebullición,
    se había dilatado hasta un volumen de
    137,4 –137,6 –137,54 –137,55 –137,48 –137,57
    de aquellas partes, que por término medio dan una
    dilatación hasta 137,5, partes
    Si se divide toda esta dilatación en partes iguales
    para cada uno de los grados que han producido, es decir 80, se encontrará, si se
    tomó como unidad el volumen a la temperatura de 0°, que el aumento de volumen es
    1/213,33 para cada grado o 1/266,66 para cada centígrado.
    Los experimentos descritos aquí, realizados todos con
    el mayor cuidado, establecen sin ningún lugar a dudas que el aire atmosférico, el
    oxígeno, hidrógeno, nitrógeno, gas de salitre, amoníaco, ácido clorhídrico,
    anhídrido sulfuroso, anhídrido carbónico, se dilatan todos casi de la misma manera
    por iguales grados de calor y que, en consecuencia, la diferencia de densidad de estas
    clases de gases a cualquier presión y temperatura, la diversidad de su solubilidad en
    el agua y en general su naturaleza específica no influyen para nada en su
    dilatabilidad por el calor.
    De esto saco la conclusión de que los gases se dilatan
    casi exactamente de la misma manera por iguales grados de calor y en igualdad de todas
    las otras condiciones.
    Esta investigación sobre la dilatación de los gases
    me llevó naturalmente a experiencias sobre la dilatación de los vapores por la
    acción del calor, donde ya parecía probable que sólo se trataba de investigar una
    sola clase de vapor. Elegí para ello el vapor del éter preparado por medio de ácido
    sulfúrico, porque es el más fácil de manipular.
    Para determinar, pues, la dilatación del vapor del
    éter utilicé el ya mencionado aparato de 2 tubos. Después que hube mantenido este
    último aparato durante largo tiempo en el baño de aire con una temperatura de unos
    60° R, hice entrar en uno de los tubos algo de vapor de éter y en el otro la misma
    cantidad de aire atmosférico, de modo que los dos llegaban a la misma marca, elevando
    luego la temperatura del baño de aire de 60° hasta 100°. Tuve la alegría de
    comprobar que tanto en la dilatación como en la contracción, al enfriarse, el vapor
    de éter mantenía el mismo ritmo que el aire atmosférico, y que con éste llegaba
    siempre al mismo tiempo a cualquier división de la escala. Esta experiencia, con la
    que estaba ocupado actualmente Berthollet, ha sido repetida más de una vez, y nunca
    pude comprobar la más mínima diferencia en la dilatación del vapor y del aire
    atmosférico, solamente que el vapor de éter, cuando su temperatura ha descendido
    hasta pocos grados por encima del punto de ebullición del éter, se condensa un poco
    más rápido que el aire atmosférico. Esto está en relación con un fenómeno que
    hemos visto en muchos cuerpos líquidos cuando pasan al estado sólido y que no sigue
    teniendo influencia cuando la temperatura sobrepasa pocos grados a aquella en que se
    produce dicho pasaje.
    Como esta experiencia muestra que tanto el vapor de
    éter como los gases se dilatan exactamente de la misma manera por el calor, nos sirve
    al mismo tiempo como prueba de que esta dilatabilidad no depende de la naturaleza
    especial de los gases y vapores, sino que se debe simplemente a que se encuentran en
    el estado de fluido elástico. Por ello podemos sacar la conclusión de que todas las
    especias de gases y vapores se dilatan casi exactamente de la misma manera por iguales
    grados de calor.
    Como todos los gases son igualmente dilatables por el
    calor y son también igualmente compresibles, y como ambas propiedades (como lo
    demostraré en otra parte) están en relación necesaria la una con la otra, debemos
    concluir que los vapores que tienen la misma capacidad de dilatación que los gases
    deben ser igualmente compresibles. Sin embargo, esta conclusión sólo vale en tanto
    que los vapores comprimidos se mantienen completamente en forma de fluido elástico, y
    que para ello es necesario que su temperatura sea lo suficientemente elevada como para
    darles una resistencia adecuada a la presión, que trata de llevarlos al estado de
    fluido líquido.
    Ya he dicho antes que según Saussure (y mis
    experiencias lo ratifican completamente) tanto el aire muy seco como el aire que
    contiene mayor o menor cantidad de agua disuelta, son dilatables igualmente. Por eso
    estamos autorizados a sacar de todo lo antedicho las conclusiones siguientes:
    1ª. Todos los gases permanentes, cualquiera que sea su
    densidad y cualquiera que sea la cantidad de humedad que contienen disuelta, lo mismo
    que todos los vapores, se dilatan en la misma cantidad por iguales grados de calor.
    2ª. Los gases permanentes, cuando son calentados desde
    el punto de congelación hasta el punto de ebullición, aumentan su volumen en
    1/213,33 de su volumen inicial para el termómetro de 80 divisiones o en 1/266,66 para
    el termómetro de 100 grados.
    Fragmento de Recherches sur la dilatation des gaz
    et vapeurs (1802)
    Trad. de D. Papp (Buenos Aires, 1945)
    Datos biográficos por M. en C. Arturo Noyola Isgleas
    Del libro Panorama histórico de la ciencia
    moderna de P. Lain Entralgo y José Ma. López Piñero.